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En estos momentos en los cuales uno está tan rodeado de gente como solo, me resulta necesario escribir, leer y releer.

uno

Ni ayer ni hoy, ni jamás voy a poder vivir una vida en la cual no estoy cómoda, o de la cual no me siento partícipe.
Soy yo, en mi esencia, y cuando dejo de serlo, tengo que empezar de cero.

dos

Se puede empezar de cero cuantas veces quieras. Pero se requiere de un balance entre tomar conciencia (de verdad) de aquello que haces, y una dosis de frialdad.
Los nuevos comienzos requieren que uno deje atrás (duele).
Nunca olvidar.

tres

Pocas cosas suceden por casualidad.

cuatro

Todo en la vida es esencial.

cinco

La felicidad es tan hermosa como efímera.
Soy culpable. De que pasó tu momento. De que el mío no llegó. Soy culpable de que no hayas trascendido, soy quien te roba la energía. Sos responsable de mi vida, es tu decisión sobre la mía. Soy culpable de mi intento desesperado de seguir para adelante, soy culpable de la arena movediza que me retiene 
Soy un poco desequilibrada. Bajo tu encanto terrorífico caigo y me rindo y te ruego que me liberes. 
Pero no lloro.


Porque sos culpable del dolor que me ocasiona llorar, y sos culpable de las marcas que en mi cuerpo me recuerdan que no me sabes abrazar.
Y sos culpable también de mi constante anhelo por un poco de tu cariño, para que en aquel momento el recuerdo de tus palabras

                                                                       mi arrogancia

no me dejen disfrutar.
Érase una vez una niña tan pero tan pequeña, que cabía en la palma de tu mano; que con la yema de tu dedo podías acariciarla.
Ella era del tamaño de un pulgar, ella era un mundo de energía. Ligera como el viento cuando la mirabas, pesada como el silencio cuando el sol caía.
Y en un charquito nadaba, cuando de emoción lloraba; y todos admiraban el movimiento inocente producto de su ritmo ausente y el tiempo danzaba a su alrededor.